A un hombre de Espíritu le preguntaron en qué consistía eso de experimentar y vivir la fe. Él, sin pensárselo dos veces contestó: «Consiste en oler a Dios». Viendo la extrañeza que causó su respuesta, la aclaró mejor contándoles esta historia:
"Un día Dios llamó a tres personas y les regaló a cada una un pequeño frasco que contenía el perfume de la Vida Eterna.
La primera de ellas, abrumada por tal regalo del mismísimo Dios, fue corriendo a por una cadenita de oro para colgarse el pequeño frasco del cuello. Eso le recordaría a Dios y le haría tenerlo siempre presente.
La segunda marcho deprisa a su casa, derramó el perfume en un recipiente y comenzó a analizar su composición química hasta obtener la fórmula. Se la aprendió de memoria e hizo que los demás también se la aprendieran para que supieran en qué consistía el perfume de la Vida Eterna.
Terminada la historia preguntó: «¿Quién de los tres dejó de oler como hombre para oler a Dios?» Los que le escuchaban contestaron evidentemente que el tercero. Y él añadió: «Pues en eso consiste experimentar y vivir la fe: en oler a Dios».
No en llevar colgantes religiosos...
o en examinar teologías o teorías...
sino en oler a Dios...
Que nuestra vida expanda el buen olor de Jesús...
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